Empezar el día sonriendo

Pasados unos días, he de decir que este fin de semana creo que ha sido uno de los más intensos y felices de mi vida. Me conformo con poco. Pasé con la persona que más quiero tres días inolvidables, en los que dio tiempo para conocer todo su círculo (amistades, familia, lugares).

A varios cientos de kilómetros de mi casa, me sentí tan bien que no echaba de menos nada ni a nadie. Y eso a veces cuesta. Quiero agradecérselo, y decirle una vez más que pronto eso que hicimos los tres días se convertirá en rutina... bendita rutina.

Sin embargo, cuando vuelvo mi rutina se me hace dura. Dejo atrás unos días en los que no he hecho más que sonreír. Ahora vuelve el trabajo, vuelve la familia, los estudios, pero sobretodo vuelve la distancia que nos separa, y eso sí que es algo duro de sobrellevar.

Pero esta mañana, algo me hizo sonreír. Algo tan sencillo como cuando vas a subir una escalera justo al mismo tiempo que otra persona, en este caso, un crío de unos 15 años. Me hizo gracia ese "pasa tú"... "no, pasa tú"... e ir a pasar los dos a la vez... así unas tres o cuatro veces... al final acabamos los dos riéndonos de la situación... y no eran más que las 7:45h, cuando ya llevaba una hora fuera de casa y hacía dos que me había despertado.

Sin más, pensé que si él hubiese estado allí, también se hubiese reído, y sonreí aún con más fuerza y con algo de humedad en mis ojos.