Hoy es uno de esos días en los que el gris del cielo me hace pensar. Quizá sea por eso que me encanta el mal tiempo. Hago valoración de todo lo que tengo y hacia dónde voy, así como lo que no me gusta y quiero expulsar de mi vida.
Al abrir los ojos y ver el suelo mojado veo reflejado mi rostro en cualquier charco. ¿Soy feliz? Me considero una persona pesimista pero hoy me veo feliz. He conseguido gran parte de los objetivos que tenía desde hace mucho tiempo. He conseguido ser independiente aunque quizá demasiadas cosas me ha costado. Vivo mi vida sin dar explicaciones a nadie (a nadie que no sea relevante para mí) y eso me gusta.
Veo cosas cercanas que no me gustan, y así lo haré saber en su momento. No soporto la gente que quiere meter el dedo en la llaga, y no permitiré que consigan lo que se proponen. Si he de apartarlas de mi historia lo haré sin ningún miedo. Siempre lo he hecho y nunca me ha ido mal.
Noto que se avecinan más cambios en mí, en nosotros. No tengo miedo aunque a veces dude. Todo es algo temporal y la felicidad reside en nosotros, no en lo que nos rodea. Seremos fuertes, ¿verdad cariño?
La lluvia empieza a caer y los coches dejan un soniquete que me hace estar despierta. Sigo su camino mentalmente y siento que se van lejos, muy lejos. Es como esos momentos en que la mente viaja tan deprisa que el cuerpo no puede seguirla. Y es que, amenudo, el cuerpo es un lastre.
Seguiré imaginando el futuro y viviendo el presente. Esperando que se me presente la oportunidad que tanto ansío. Las cosas no pueden estancarse eternamente. El agua que cae no queda estancada en charcos para siempre.
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